Mis padres se despidieron: mi padre con la mano, desde la cornisa de mi cuarto, y mi madre con un beso en la frente, acompañado de unas palabras:
—Ahora volvemos, tenemos que organizar una cena. Le sonreí, sorprendida por lo poco común de ese gesto en ella.
—Nos vemos por la mañana; yo repaso una última vez y me preparo para dormir. En ese momento, no podía estar tranquila en el piso estudiantil debido a mi expareja, así que fui a casa de mis padres, argumentando que mis compañeros estaban organizando una fiesta. No era del todo una mentira, ya que organizaban una cada fin de semana.
Cuando llamé, recuerdo que mi padre; me dijo una frase que nunca pensé que estaría en su vocabulario: —Esa es mi niña. Desde que tengo memoria, creía que me veía como una versión en mujer de él y más joven, no como una persona más en el mundo.
Transcurrió media hora desde su despedida cuando me llamó la policía para darme la noticia del accidente. Me dieron la dirección del hospital, por lo que fui lo más rápido que pude. En el camino, llamé a mi hermana mayor, y las heridas comenzaron a sanar cuando nos reencontramos, después de años sin vernos nada más que unos minutos.